jueves, 9 de agosto de 2012

Universidad y siglo XXI

Modesto A Tuñón F.
Periodista y docente universitario.
modestun@yahoo.es

Un grupo de periodistas latinoamericanos realizó hace unos años una gira en los Estados Unidos para una interrelación con instituciones académicas, políticas y de comunicación. En el programa se incluyó un seminario en la Universidad de Arizona, que abordó el papel de los centros superiores en la realidad local y el tipo de profesionales que exige la sociedad en su evolución histórica.
La discusión generada fue fructífera, sobre todo por el deslinde en cuanto a las políticas que en esas instituciones se desarrolla para consolidar la generación del conocimiento. También, cómo estas tareas se organizan tan eficientemente, que a la rectoría le queda solo el importante papel de relaciones públicas; atraer y ganar socios estratégicos hacia estos compromisos en diversos sectores y círculos de influencia.

Estos pensamientos pasaron por mi mente cuando escuché el discurso del rector de la Universidad de Panamá durante la imposición del doctorado honoris causa al poeta Pedro Rivera. Habló de las motivaciones de la Primera Casa de Estudios para esta distinción, pero no desarrolló en su intervención un enfoque sobre las tareas que tiene por delante el primer centro de enseñanza superior del país.

Es quizás la primera gran oportunidad que tenía la nueva administración del rector García De Paredes de explicarle al país sobre la visión de futuro de su equipo y por tanto, la entidad como un todo. En los últimos meses, se ha discutido mucho sobre las implicaciones de la enseñanza que el tercer sector impulsa en un país con necesidades de transformar su población hacia nuevos paradigmas.

La universidad hoy confronta una misión que implica el análisis de la realidad, la comprensión de los fenómenos de diversos matices o niveles de complejidad; su estudio y la configuración de competencias que brinden respuestas para el futuro, pero sobre todo una sociedad que comprenda esos cambios y se prepare para asumirlos de manera participativa, con sensibilidad y sobre todo conciencia.

Una de las herramientas para adecuar las políticas de enseñanza del claustro a la situación que se confronta en extramuros, es la transformación curricular. Era el momento preciso y el lugar indicado para aprovechar a los invitados y compartir las actualizaciones que se han dado en diferentes Facultades en los planes de estudio y las nuevas carreras que poco se conocen. ¿Hasta qué punto este concepto está inmerso en las estrategias de trabajo?

Esta inquietud nos lleva a preguntar ¿Hay una real correlación de las facultades, unidades de investigación y centros regionales en las modificaciones de los programas? ¿Cómo se integran las nuevas profesiones que surgirán en los esquemas académicos de las carreras que se imparten? ¿Existe un programa de investigación integral en la UP para alcanzar nuevas metas en los perfiles de las disciplinas?

La participación de la alta autoridad de la UP en un acto de elevada investidura académica, es la oportunidad propicia para referirse a un programa consolidado y brindar indicios sobre la ruta de la gestión cuya labor más significativa es enriquecer el conocimiento con el trabajo cotidiano de aulas, laboratorios, bibliotecas y talleres, cuya finalidad es reproducir ese universo real, a concretarse luego.
El futuro es una categoría esencial en las estrategias de enseñanza-aprendizaje a ese nivel; además, el resultado concreto de la mirada académica de la historia de ayer y de hoy convertida en esfuerzo, en planes y contenidos.

Incluso el reconocimiento de la figura de la noche en el Paraninfo entra en esta dinámica de pensamiento; pero nos fuimos sin orientación, sin información o mapa conceptual que garantice a la sociedad las claves del porvenir de la universidad.

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