miércoles, 25 de marzo de 2009

Los más inteligentes, decentes y nacionalistas

DORIS HUBBARD-CASTILLO

Yo, según un mensaje que recibí, no pertenezco al grupo que le da título a este escrito. Porque decidí darle nombre y apellido a mis votos, por lo menos a tres de ellos, en las elecciones por cumplirse. Pese a que me he tomado el trabajo de conversar con los candidatos, conocer sus propuestas, exponerles mis inquietudes y decirles lo que espero de ellos y no dándoles mi apoyo porque sean mis amigos, pues, antes de esta campaña no tenía idea de que Dios les había dado un espacio en la Tierra.

No voto por quienes me hacen favores, que, por cierto, muy pocos me los hacen. Así que si de eso dependiera, no votaría, pues quienes sí lo hacen no son candidatos a nada, afortunadamente, porque podría perderlos como amigos, si considerara que no son lo que conviene al país.

Ya lo dije antes, creo en el sistema, por ello me levanto el domingo correspondiente a cada consulta general, y el 3 de mayo no será la excepción, Dios mediante, a las 6:00 a.m. — siempre he tenido la suerte de tener el centro de votación a unos metros de mi casa — hacer mi fila y cumplir con lo que considero mi deber y derecho, mismo que no le cedo ni permito a nadie que me diga cómo ejercer. Aunque me insulten como se les ocurra. Y después me mantengo al tanto de las ejecutorias y trato de aportar según mis posibilidades, porque para mí el asunto no es sólo votar.

Me pongo como ejemplo, no en un afán tonto de pensar que a las personas que me leen les importa cómo voto yo, sino para ponerme en el lugar de ese elector sin acceso a un espacio de opinión, pero que sí tiene, por favor, perdónenme la redundancia, el derecho a ejercer el derecho de decidir si vota o no en esta o cualquier otra consulta popular, sin que sufra la presión de quienes le quieren hacer sentir que: si se presenta, ya sea que vote por alguien, en blanco o nulo, es porque apoya la corrupción de un sistema inoperante, o sea, también es corrupto. Si vota por cualquier candidato, el que sea, no es decente, no quiere a su país y, encima, es estúpido.

Del otro lado, si vota en blanco o nulo, está en alguna componenda siniestra, e igualmente, como mínimo, es un morón; y si decide no asistir, porque el sistema lo ha decepcionado, le cae la sanción oficial y lo sacan del padrón electoral al faltar tres veces seguidas. Esto del voto es como la fe en Dios, para quien la tiene, absolutamente personal.

Depende de cada uno, según nuestras conciencias, decidir a quiénes les damos o no ese voto de confianza para que lleven a cabo la labor gubernamental que corresponde hacer y de la cual depende en gran parte el desarrollo del país.

En la medida en que respetemos los derechos de los demás conservaremos la paz y fortaleceremos la democracia. Es cuestión de aprender. No nos equivoquemos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Aburrido, sin nada nuevo, no me gustó

DORIS HUBBARD-CASTILLO
dehubbard.castillo@gmail.com

Preguntas demasiado largas, más bien mini conferencias; respuestas que no llenaron las expectativas; cancaneos; más que nerviosismo, espanto escénico. Sólo el interés por escuchar a dos de nuestros candidatos a la Presidencia de la República me mantuvo pegada a la pantalla, aunque a la fuerza, para que no me echaran el cuento de segunda mano.

A la decepción por el desarrollo del debate, que no fue debate en realidad, se unió el que el ex presidente Guillermo Endara, molesto por el formato de los debates en TV, no quisiera participar, y realmente tuvo razón, pero sólo en ese sentido, porque habría sido la presencia que nos quitara el aburrimiento, por su acostumbrado estilo de decir las cosas. Además, también hay que escucharlo.

¿Quién ganó?, dicen que Ricardo Martinelli, quien sin decir nada, al estar arriba en las encuentas, solo fue a defender el título ante una contrincante que no supo aprovechar la oportunidad de lucirse para dejarlo mareado con una exposición digna de una gran estadista. Pero estadistas son los que nos faltan, porque “el chico de las converse” tampoco es sir Winston Churchill.

¿Quién perdió?, el electorado, como siempre, que sigue sin conocer en realidad cómo quien llegue a la Presidencia de la República en el siguiente periodo hará lo que promete. Faltó nivel, quizás piensan que al ser este un pueblo que no reelige gobiernos y que se va por la emoción, más que por la razón, no es necesario hacer un debate en el que se den a conocer planteamientos firmemente basados en propuestas bien estudiadas.

Es de esperar que los planes de gobierno que los dos equipos tienen en el papel sí cuentan con una estrategia, por ahora bien guardada, que los pueda convertir en una realidad a corto, mediano y largo plazo, pero no creen necesario cansarse en campaña explicando lo que harán, porque los electores no votan por propuestas, por buenas que estás sean; quizás de ser así tendríamos otros candidatos que alguna vez se dijo que eran los mejores, pero no llevaban “chance” en la preferencia electoral. Increíble, ¿nos quejamos de nuestros gobernantes, pero cuando llega la oportunidad de cambiar no elegimos a los mejores? ¿Quién nos entiende?

En lo personal creo en el sistema, aunque también en que hay que reforzarlo, con las candidaturas presidenciales independientes, por ejemplo, e incluso con la reelección presidencial inmediata — que el pueblo decida —; pero hay una gran falla en el mismo electorado, cuya mayoría sólo representa un reto por lograr cantidad de votos, más que por calidad en la oferta.

Nuestra pobre cultura política no desanima a quienes no tienen nada que ofrecer ni obliga a los aspirantes a puestos de elección a buscar la excelencia en sus planteamientos, por ende, menos en el ejercicio de la función. Todos debemos cambiar, para mejorar.

-La autora es periodista.