jueves, 25 de diciembre de 2014

Tiempo de paz y reflexión...

Hermoso día es para los cristianos el que se celebra en esta fecha, Día de Navidad, el Nacimiento de Jesús. Un día rodeado de las mejores intenciones y deseos..., de amor, de paz, tolerancia y reconciliación.

Poniéndole el toque panameño, podríamos incluir la reflexión necesaria sobre los diferentes temas sociales y políticos que nos ha tocado sortear este año y los anteriores, que han dejado en los nacionales de esta tierra sentimientos de honda preocupación por el futuro, pero aún por el presente, dada la necesidad de examinar el actuar propio y ajeno.

Debemos los panameños ocuparnos de que en efecto se cumpla con los sectores más necesitados del país, llevándoles soluciones permanentes, no paliativos, que solo generan grandes gastos al Estado, pero no pasan de ser un parche a las grandes necesidades del pueblo desposeído que, injustificablemente en un país con el crecimiento económico del nuestro, existe.

La deuda social es de arrastre y la corrupción en los Gobiernos y en el sector privado que la aupa, no permite que se cumpla con esa preferencia por los pobres, que es lo que nos enseña Jesús de Nazaret, cuyo cumpleaños simbólico celebramos hoy.

Feliz Navidad en paz, pero con sincera reflexión sobre el país que queremos.

Así sea...

25 de Diciembre de 2014.

sábado, 20 de diciembre de 2014

#InvasiónMilitar1989 | Causas injustas que nada las justifica

Durante mi juventud, época de estudiante, secundaria y universidad, fui parte de grupos estudiantiles que se oponían al régimen dictatorial; "enemiga", pasiones juveniles, hoy solo admito tener adversarios, me consideraba de la FEP, Federación de Estudiantes de Panamá, porque era adepta al régimen, además nos perseguía a los contrarios, de mala manera.

Antes de la "apertura democrática", pese a tener una mezcla de liberales, panameñistas, demócratas cristianos, entre todos los familiares y amigos cercanos a mi familia con los que crecí, ni por asomo me sentía identificada con ninguna de esas "doctrinas" ni por sus líderes. El Dr. Arnulfo Arias Madrid no me simpatizaba, aunque siempre andaba detrás de mi hermano de crianza Alexis, panameñista de hueso rojo, así que algo, cuando no mucho, se me pegó; después, al PRD, mi piel lo repelía, aunque por mi origen humilde era a lo que más me parecía. Pero por su propio origen y el miedo que me daban los militares ni de a vaina quería ser parte de él; aunque mi mamá, por trabajar en el Gobierno (IPHE), llevaba toda suerte de cosas que le daban en las concentraciones a las que estaba obligada a ir. Mentiría si digo que al inicio lo entendía bien, no, no lo entendía.

Cuando el golpe en el 68 apenas tenía siete años de edad, las primeras lecciones antiguardias, sin saber de lo que hablaban, las recibí en Chitré, donde hice parte de mi primaria (kinder y primer grado). Escuché a un señor decir "ya los guardias no son buenos". No recuerdo más, y nadie, ni quien lo dijo, me explicó por qué eran "malos" los guardias. Y yo comencé a creerlo y repetirlo. Aunque mi mamá me decía: "No todos, tu abuelo fue guardia y era casi un santo, la gente lo quería mucho". Pero mamá... adoraba a mi abuelo...

Al año siguiente me llevaron para Los Santos, donde hice el segundo grado de primaria. Allá todos hablaban mal de los "guardias". El papá del hermano mayor de mi mamá, mi papá de crianza, me llevaba a unas reuniones de liberales en Las Tablas, fui como hasta los quince o dieciséis años, en el "verano", cuando iba de vacaciones, porque mi mamá me había traído para la capital, a los nueve años.

Todo mi ambiente familiar cercano era antiguardias, aunque mi mamá trabajaba con el Gobierno, pero siempre me decía: "tengo que ir (a la concentración), van a pasar lista". Eso me molestaba... Y me decía que había que "cuidar la paila", que si estuviera sola no lo hacía. Y me molestaba más... La única vez que la vi contenta por ir a una concentración fue cuando vino el papa Juan Pablo II (1983); y, antes de eso, una vez que "el general" -Omar Torrijos- le regaló un machete, porque "ahora sí tengo uno bueno para limpiar el patio"; y agregó, "él mismo me lo dio en la mano".

Con los años, algunos, bueno, más que "algunos", muchos parientes se afiliaron al PRD, pero los más cercanos a mí siguieron fieles al panameñismo y a la democracia cristiana, y aunque en la universidad y posteriormente por trabajo, conocí mucha gente del Gobierno, civiles y militares, y hasta un par de novios policías tuve (pero de los "buenos"), e hice amigos y amigas, trataba a los "policías", principalmente, a distancia, con recelo y hasta miedo. No les creía ni una palabra, a todo le buscaba el trasfondo, pero, claro que no se los decía. Actuaba como todos, "amistosa", no podía cerrarme las puertas, era reportera; pero los escuchaba y, si podía, si tenía quién me escuchara, lo repetía más adelante... Ellos nos hacían lo mismo.

Una vez fui a la Comandancia, por cosas de trabajo, y uno, haciéndose el gracioso, me dijo: "¿Cuál es tu nombre?... No te tengo en "el mural", no debes ser muy importante". Con miedo, pero con rabia, mucha rabia, le respondí: "Debe ser que Ud. no es muy bueno en su trabajo que digamos; quizá debería dedicarse a llevarle comida a los indígenas, porque para sapo le falta mucho". Por suerte salió un oficial y me dijo que pasara, le dije lo que había sucedido con "el pendejo atrevido ese" (sic) y me respondió, "muerto de la risa", que no le hiciera caso, que de seguro le había gustado, pero era "bruto", no sabía "levantarse a las mujeres por las buenas". Gracias a Dios nunca más nos cruzamos, que yo sepa.

Alrededor o en medio de todo esto transcurría mi vida, me terminé de criar y comencé mi vida profesional en plena dictadura militar, sobreviviendo, tratando de no envolverme demasiado en nada relacionado con ellos, prestando atención a los consejos. Habían personas amigas de mi papá que me cuidaban hasta sin yo saberlo. Estaban pendientes de mí y cuando se daban cuenta de que estaba demasiado cerca de alguien "indebido" me lo hacían saber, por si no lo sabía. E incluso, hubo alguno que me llegó a decir "vete de aquí ahora mismo", al verme "muy cerca" del "jefe máximo"; sintió miedo, y me lo transmitió. Por supuesto, ¡salí huyendo! con un amigo periodista que se percató y me sacó del lugar.

Siendo así, con mi papá civilista declarado y yo expuesta, queriendo o no por ello, con una historia estudiantil de "revoltosa" -no terminé en el Instituto América, me tuve que ir en el 79 para el Instituto Nacional, para terminar pasándome para la Nocturna... en los dos primeros años en la U seguí en las mías, para después dedicarme solo a estudiar y trabajar...-, en medio de todo eso, vi a mi hermano Alejandro crecer y convertirse en alguien muy beligerante. Un muchacho inteligente, bonachón, amoroso con todas sus hermanas... a nuestro padre, lo idolatraba, pero las peleas entre ellos eran para alquilar balcones, pues políticamente estaban en aceras contrarias. En lo personal, aunque a veces me molestaba, me esforcé porque eso no nos separara y él, se esforzó más, no lo permitió nunca, su cariño siempre estuvo presente.

Sabía en lo que andaba, cuando lo veía le preguntaba "¿qué haces?" y él me contestaba esa y todas mis preguntas, aunque para verle a los ojos yo tenía que mirar para arriba. Lo iba a buscar a su trabajo o lo esperaba en el parque para conversar con él; mi mamá, que no era la suya, le tenía mucho cariño y siempre me decía "ese Alejandro es bueno, pero necesita mucho cariño"... Creo que no le di suficiente; siempre lo digo, él era mejor que yo...

A mi papá, la dictadura le quitó su emisora, lo persiguió, y creo que amenazaron, nunca me lo ha confirmado, pero se tuvo que ir para Colón... a uno de mis primos hermanos, casi hermano, Alexis, cuando el Viernes Negro, hasta Coiba me lo llevaron. Me vi obligada a pedirle ayuda a Manuel Solís Palma, aunque en ese momento ni sabía con certeza dónde estaba, no hasta que lo trajeron de vuelta... En 1988, allanaron y destruyeron la Radio Exitosa, donde trabajaba desde 1985/86, estaba de vacaciones y cuando regresé Aris de Icaza le preguntó a Antonio Cardona Mas delante de mí, pero sin mirarme siquiera: "¿Ella qué hace aquí?". Quedé sin empleo, un amigo me dijo que fuera al Ministerio de Trabajo para saber cuánto me tenían que pagar, fui y del Ministerio alguien llamó a la emisora y cuando fui, Aris me llamó y, en presencia de su abogado, me dijo que si quería arreglar a través del Ministerio estaba bien, pero no fue en buen tono ni con buena intención. Dada la situación, tuve que aguantarme el desplante e ir a cobrar como a ellos les dio la gana, porque no había ley para proteger y defender a nadie.

En 1988 también, en agosto, mi mamá enfermó de gravedad, era diabética, salió del hospital ciega y sin una pierna... Yo seguía desempleada, conseguí una oportunidad en la oficina de Protección Civil de la Gobernación de Panamá, pero había gente de muy mala clase. No se podía ni pedir un directorio sin que la inútil que hacía de secretaria sintiera que le estaba dando órdenes. Ni modo. Fueron tiempos difíciles, hice de informadora para Radio Impacto, pero cuando escuché que de lo que informé solo dejaron el título, desistí; me tenían el teléfono intervenido desde el intento de golpe del coronel Leonidas Macías, solo porque estuve en su oficina un par de veces, yo ni sabía en lo que andaba. Serví de mensajera a un amigo sindicalista que exilaron... Y voté por Guillermo Endara... con todas las ganas...

Cuando la invasión seguía desempleada, había reabierto la tienda de mi mamá, para más o menos solventar gastos y mi papá y algunos amigos me ayudaban...

La noche de la invasión, escuché ruidos, pero no me levanté hasta que recibí una llamada de mi colega, amiga y comadre, Eloida Martínez Dennis (q. e. p. d.): "Comadre, nos invadieron"... conversé con ella un momento, hasta que una voz se metió y nos dijo que cerráramos que estábamos trancando la comunicación, nos asustamos y cerramos sin decir nada... Me fui a la recámara de mi mamá, donde dormía con mi hermana de dieciocho años. Le hablé: "Mami, despierte"... "Te estaba esperando", me dijo, "hay gente en el patio"... Sin prender la luz la bajé como pude y me la llevé para la sala, regresé a despertar a mi hermana y entre las dos cogimos los colchones y los llevamos para la sala, donde dormimos como por un mes... Cuando estaba arropando a mi mamá, ella me tomó la mano y me preguntó: "¿Y Alejandro?"... Sentí un golpe en el corazón... solo le dije: "No sé mami, más tarde averiguo"...

Esta es solo parte de mi historia personal a vuelo de pájaros... sin valoraciones -ligeras o profundas- sobre la dictadura ni siquiera sobre la invasión... Únicamente lo que viví, y cómo lo recuerdo... Solo una forma de intentar explicar por qué -aunque quizá no deba, pues tal vez no vale la pena- jamás podría haber en mí un residuo de aprecio por los dictadores o sus afectos...

Jamás podría dolerme la invasión por los "policías" o solo por mi hermano, ALEJANDRO ANTONIO HUBBARD TORRERO... Me duele por mi país, por mi gente... toda. Y en ese sentido, solo un punto, que quizá en otra ocasión desarrollaré... Como otros lo han sustentado -y en el tiempo lo sustentarán- mejor que yo, la invasión no era necesaria...

20 de Diciembre de 2014, en memoria de ALEJANDRO ANTONIO HUBBARD TORRERO... Mi hermano del alma...

#InvasiónAPanamá | Leeroy Kitson Hubbard Joseph, breve mensaje...

La madrugada de un día como hoy (20 de Diciembre de 1989), en mi familia perdimos, a causa de la invasión, a mi hijo ALEJANDRO ANTONIO HUBBARD TORRERO.

Fue uno de los tres primeros caídos en esa infame y desgraciada acción. Acción que no era necesaria, porque durante todo el día (19/12) lo tuvieron al alcance (a Manuel Noriega), sobre todo cuando venía de Colón de unas inauguraciones...

MI HIJO, NUNCA APARECIÓ.

Y yo que, bajo la bandera de la Estrella Verde de la Democracia Cristiana, fui férreo luchador por la restauración de la democracia, en la cruzada civilista, jamás he recibido siquiera una condolencia por ello; por el contrario, estoy pagando las deudas que dejaron después de haberme quitado LA RADIO CADENA MILLONARIA por órdenes del (...) que está en El Renacer. Y ningún Gobierno pasado ni este han volteado a verme.

LEEROY KITSON HUBBARD JOSEPH