viernes, 10 de agosto de 2012

La civilización del espectáculo

Yolanda I. Crespo D.
Psicóloga, escritora y docente universitaria.
zedirto@cwpanama.net

“Cultura no es sólo la suma de diversas actividades”.

En ocasiones he comprobado que difiero en muchas de las ideas que preconizan los famosos, entre ellos el Nobel peruano.

Su nuevo libro de ensayos, en mi opinión, exhibe una cruel radiografía de nuestra cultura contemporánea.

Salta a la vista que la cultura de masas promueve un sistema de antivalores, un hedonismo barato, destacando la búsqueda del sexo, lo mundano, el placer, la diversión, ello supone la evasión de referentes culturales concretos eruditos, ahora todo se encuentra en Internet.

“En la noche de nuestros tiempos” el erotismo develaba misterio, belleza, las relaciones íntimas, la vida privada no se compartía. La actividad sexual es limitada, se nutre de privacidad, discreción.

El erotismo implica secreto, clandestinidad, sacado a la luz pública se degrada y eclipsa, desaparece convirtiéndose en pornografía barata.

A manera de advertencia, apunto el peligro que conlleva la desaparición de lo secreto, encuentro que el sexo público, la permisividad desenfrenada, conllevan un aumento de crímenes sexuales y pornografía infantil, alimento de bajas pasiones.

Esta civilización abocada al materialismo, mercantilismo, satisfacción de las necesidades físicas, materiales, está marcada por alienación, enajenación social, la identificación con el producto.

El mercantilismo, la adquisición obsesiva de productos reduce al individuo, anulando su vida interior de inquietudes sociales, espirituales, humanas. Las mercancías han llegado a ser el motor de la vida, el espectáculo, la ilusión de la sociedad moderna. Eric Fromm señaló los peligros de la personalidad mercantilista. La idea de hacer de la vida un espectáculo, aparentar, fingir lo que no somos, llevarlo a un escenario, vivir de apariencias, una vida vacía, inauténtica. Abunda el predominio de la imagen, incluyendo una cultura de marcas de lujo, la persona vale por lo que enseña, ostentar los bienes del mercado, desarrolla una patología extremísima.

“No debemos confundir cultura con conocimiento. Cultura es un estilo de vida”.

Presenciamos una tendencia hacia la especialización, cada vez hay más especialistas, expertos en áreas específicas, los especialistas no son cultos.

Cultura y religión no son separables, la cultura occidental está lastrada por el antisemitismo desde tiempos inmemoriales, la razón es religiosa.

Para quienes llevan una vida de espectáculo, los viajes obsesivos demuestran estatus, exhibicionismo, las visitas a grandes museos, monumentos históricos clásicos no representan un interés por la alta cultura, sino esnobismo, el deseo de exhibirse en redes sociales, demostrar dinero, poder, al público.

No comparto la posición del Nobel de que “la cultura, en nuestros días está a punto de desaparecer”.

La cultura es diversión, lo que no es divertido no es cultura hoy en día. La producción masiva, el éxito comercial esencial es lo que cuenta. Lo importante es no aburrirse, el valor supremo es pasarla bien.

La banalización o frivolidad de la cultura, evitar lo que perturba. Para la forja de esta realidad se desnaturaliza, se desprecia, la literatura que no es light. Desalentando la lectura de obras que exigen una concentración intelectual intensa. Se propaga el conformismo, complacencia, autosatisfacción.

La exaltación de la música, conciertos multitudinarios, deportes, grandes partidos congregan muchedumbres, como circos romanos, el consumo de estupefacientes aturde, la proliferación de sectas sobreexcita, fenómeno de masificación de la cultura actual.

Propicia el menor esfuerzo intelectual, idiotizados frente a la televisión, hipnotizados, en un lavado cerebral, al baño de imágenes televisivas, porque para ellos la verdad es lo que dice la televisión, fenómeno que Marshall McLuhan profetizó el poder manipulador de la pequeña pantalla, empobreciendo las mentes.

Denuncia un sistema de valores invertido, desequilibrado, los espectadores viven prendidos a la novedad. Las manifestaciones artísticas develan la condición humana, no existe un arte casto, las grandes obras literarias nacieron de experiencias profundas, desgarradoras, enriquecen la vida, mejoran a los seres humanos, sostienen la civilización.

El espíritu de lucro, se ha convertido en el valor supremo de la sociedad, medida del fracaso o éxito, razón de ser de los destinos individuales, sostiene el autor.

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