miércoles, 14 de noviembre de 2007

Un día más del periodista (Debió salir el 13 de noviembre)

Por Doris Hubbard-Castillo
dehubbard.castillo@gmail.com

Hoy es un día en que abundarán las alocuciones, editoriales, artículos de opinión y un sinfín de agasajos para los periodistas. En todos los escritos (incluidas las entrevistas, se me olvidaban las entrevistas) y en los discursos que se den en esos agasajos no faltarán, claro, las felicitaciones, y, por supuesto, las directrices de todos sobre ‘cómo se hace periodismo’, amén de las críticas ácidas por todas las ‘campañas amarillistas hechas en contra de alguien’.
Cada año me fastidio por esto, y procuro no asistir a ningún ‘homenaje’ que se nos haga a quienes decidimos escoger este ingrato camino del periodismo, en un país en donde ser periodista es bueno cuando le conviene a alguien lo que hacemos o decimos y muy malo cuando no le conviene a, por lo menos, una persona, y peor aún si tal persona tiene poder económico o político, o ambos.
Aún dentro del periodismo no nos faltan ‘los genios’, abundan, tanto nacionales como extranjeros. Pero bueno, con eso se puede vivir, por lo menos son periodistas y en su mayoría esbozan criterios dirigidos a lograr el ideal de lo que debe ser el buen ejercicio de la profesión, no sólo en Panamá, sino en el mundo. Esto no es del todo malo, es lo conveniente y necesario en una profesión que no es nueva.
La parte molesta podría ser que los autodenominados ‘gurús’ del periodismo menosprecian el trabajo de los que no hacen las cosas exactamente como ellos dicen, desconociendo los esfuerzos que se realizan en medio de limitaciones de toda clase, e incluso, en una actitud de cuasi superioridad, quieren tachar de inmorales, mediocres, malintencionados, sobornables e incluso inferiores al resto de los mortales dedicados a esta noble, pero insisto, ingrata profesión.
Definitivamente hay mucho que los periodistas podríamos hacer mejor y con más ganas. Además, debo reconocer que, como en toda profesión, hay malos profesionales, manzanas podridas, de esos que alquilan y venden su pluma al mejor postor, de esos que se convierten en mercenarios de un gobierno, de una empresa, e incluso que utilizan el don que tienen para extorsionar, para conseguir privilegios adicionales a los que ya les otorga la profesión en su ejercicio. Porque debo admitirlo, ser periodistas nos pone en una posición de cierta ventaja sobre el resto de los mortales. Aunque no siempre y, por supuesto, no todos, solemos estar en donde el común de nuestros congeneres no puede llegar o le cuesta más que a los periodistas.
Sin embargo, existimos hombres y mujeres dedicados a esta profesión que, además de amarla y respetarla, sentimos que tenemos un compromiso con el resto de la población, no sólo de informarle lo que sucede, sino de defenderla de las injusticias, de hacer sus luchas como si fueran nuestras, borrando nuestro rostro de la imagen, como si sólo fuéramos testigos, relatores. Aunque muchas veces nosotros como personas, como ciudadanos, también seamos víctimas de las tales injusticias, y estemos al igual que el resto sufriendo por el alto costo de la vida, la mala atención a la salud, el pésimo sistema educativo y de transporte, los abusos de quienes consideran que por tener un poco más que el resto tienen derecho a pisotearnos, por los malos salarios, los altos precios de la comida y demás injusticias que se cometen.
En fin, como ciudadanos que también somos, sufrimos por lo mismo que el resto del pueblo, pero quizás nuestra solidaridad se basa en que sabemos que tenemos un arma poderosa que la mayoría no tiene, el manejo de la palabra, la información y muchas más posibilidades de correr el velo para que las injusticias no queden en la ignorancia que se cocina bajo el barro que quisieran echarle encima quienes las cometen, desconociendo constituciones, leyes y principios básicos de respeto a la vida humana, tratando de matar cualquier intento por hacer prevalecer la justicia social.
Ese es el apostolado de quienes decentemente tratamos de ejercer el periodismo, sin estar preocupados porque gobernantes, políticos y empresarios, los poderosos, los afortunados del mundo nos aplaudan y hagan reconocimientos cuando, a su juicio, hacemos un periodismo conveniente, pero a sus intereses.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

HOla Doris, creo que el problema del periodismo en tu país es similar al de toda América Latina, solo que, quizá por falta de conocimiento, no he escuchado que en Panamá hayan matado a alguien por publicar la verdad, como ha sucedido en El Salvador, donde, durante la guerra civil murieron alrededor de 19 periodistas nacionales y extranjeros, la mayoria de ellos en 1989, por lo menos de los que se han contado. Así como en Panamá, aquí también hay prebendas del poder a los periodistas en su día: "31 de julio" -por aquello de que ese día salió a circular el Semanario Político Mercantil, en 1824, el primer periódico de la región, dirigido por la nueva burguesía criolla, claro -.
En El Salvador el periodismo independiente se ha tratado de callar con bombas, asesinatos de comunicadores, castigos políticos contra aquellos que se han atrevido a denunciar actos de corrupción de la élite, espionaje telefónico, la creación de una serie de legislaciones que coartan la libertad de expresión -terrorismo legal-, como la más novedosa artimaña del Estado: la Ley Anterrorista, que fue estrenada contra una comunicadora social...Así se celebra el "Día del Periodista" en El Salvador, un Estado con antifaz de democrático y que ha aprovechado el silencio de las armas tras el fin de la guerra civil, en 1992, para presentarse ante la comunidad internacional como una nación "amante de las libertades", pero las de unos pocos, donde se ha concentrado la riqueza económica de este país, en detrimento de la gran mayoría pobre de este país centroamericano, a la que mantienen reprimida con los bajos, pero bajos salarios, para que no tengan fuerzas en futuro de volverse a alzar en armas. Ese es el Estado salvadoreño, con un presidente con cara risueña y agradable, pero con un corazón y una solidaridad hacia su grupo social, increiblemente inmisericordes.
Recientemente -el 20 de septiembre de 2007, para ser más exacto -, asesinaron al periodista comunitario Salvador Sánchez, presuntamente delincuentes, como se ha acostumbrado en los últimos años atribuir asesinatos con tintes políticos. Sánchez no gozaba de Seguro Social, de vez en cuando le daban viáticos para que se movilizara a cubrir algún evento, tampoco tenía Seguro de Vida. Fue sepultado en su natal Olocuilta, un poblado del central departamento de La Paz, gracias a que una emisora para las que últimamente había estado colaborando le proporcionó todo para los actos fúnebres. Ese es el otro periodismo del que no se habla de El Salvador: la explotación laboral. Doris, agradezco este espacio y espero poder continuar colaborándote desde El Salvador, si es que no me matan antes del tiempo, aunque reza un dicho local, no sé si también en Panamá, "que nadie se va de este mundo, antes de su hora". Gracias y saludos.

EG

Doris Hubbard-Castillo dijo...

Estimado colega, definitivamente la situación de los periodistas panameños no es similar a la de los centroamericanos o suramericanos, no quiero decir afortunadamente, porque sentiría que no estoy siendo solidaria con ustedes, pero de todas formas nosotros no hemos llegado a tales extremos, aunque en época de la dictadura sí se cerraron y expropiaron medios de comunicación y se mantenía una persecusión y vigilancia sistemática sobre los periodistas contrarios al régimen.
Además, sufrimos la aplicación de las llamadas leyes mordaza, ya derogadas, pero en este gobierno se aprobaron reformas al Código Penal que son una espada de Damocles sobre la cabeza de los periodistas.
Siempre, como es característico de toda sociedad, sufrimos la ojeriza de quienes creen que los periodistas solamente debemos hablar de lo bueno que ellos hacen y si no hacen nada bueno, no mencionarlos, o mejor aún inventarles méritos que no tienen, y esto se da en ambos sectores, público y privado.
Quienes hemos escogido esta profesión sabemos el compromiso y los peligros que acarrea, compromiso con la verdad y los sectores más débiles de la sociedad, y con el menor de los peligros, que es que nos acusen de mentirosos, y el mayor, que nos maten.
Espero que no suceda eso que dices al final de tu mensaje, para que puedas seguir adelante, por tu familia y tu país.
Espero que sigas colaborando con este mi intento por ejercer de manera efectiva el derecho a la libertar de opinión y expresión, aunque me encuentre con personas, que ya comenzaron, que escudándose en el velo del anonimato tratan de ofender y descalificar con insultos. Aquí te aclaro que digo que 'tratan', porque no me ofende quien quiere, sino quien yo se lo permito, y puedes estar seguro de que eso no se lo permito a nadie.
Saludos...