lunes, 28 de marzo de 2011

Esta mañana, Dios me tocó el hombro...

A veces me siento molesta, muy molesta, por tener que estarme limitando en mis gastos. Aunque no soy exigente, como a todos, me gustan las cosas buenas y que me alcance el dinero para todo lo que, en mi forma modesta de vivir, demando tener, para eso trabajo. Pero no siempre es así, no siempre puedo correrme "mis gustos".

Sin embargo, al hacer inventario de lo que tengo -no soy conformista ni creo que el mal ajeno sea mi consuelo-, pero siento que tengo bastante... No soy pobre, PARA COMENZAR. Los pobres no tienen salario ni seguro social, ni pueden elegir qué comer, comen lo que hay y ya... visten lo que tienen y no pueden estar haciendo planes de "mañana compro esto y aquello", yo sí.

Esto trato de tenerlo presente siempre, aunque a veces, como dije, me molesto por quedarme a esperar a la próxima quincena, porque si compro un par de zapatos y una cartera, aquel pantalón, aquella blusa están fuera de presupuesto y mis "lujitos de la quincena" no dan para más, solo uno por quincena, a veces uno por mes... Pero, Dios tiene maneras de darme lecciones, que para mí son sublimes, tiernas, dolorosas y, hasta graciosas...

Esta mañana, se dedicó a darme una... salí del baño, anoche tenía un poquito de pereza, así que no alisté mi ropa para hoy, por lo que tuve que arreglarla, hoy... me paré en el centro de mi recámara y miré mi ropero... y le dije: "¡Coño, das lástima!"... y lo miré y lo miré, me fue a la otra recámara... Y NADA... "¡qué vaina, qué fastidio!"... si no hubiera sido por la voz gangosa del magistrado Almengor que se escuchaba desde la sala, me habría fastidiado demasiado al concentrarme en mis trapos.

Por suerte existen estas distracciones a nuestras crisis existenciales femeninas, "trapísticas" (de trapos, esas crisis creo que solo las tenemos las mujeres... bueno, y algunos cónsules). La cosa es que cogí tres piezas de mi usual ajuar laboral y me dispuse a planchar, ¡nada!, si es que ayer (domingo) me dio pereza caminar a la lavandería que queda a un minuto de mi casa, ¿qué le vamos a hacer?

Así que con calor, porque esta mañana hacía calor, agravado por la planchada, desagradada por lo que escuchaba en la TV, porque a esa hora no la veo, solo la escucho, como si fuera radio, pues ando dando vueltas por la casa, y... por ponerme a pensar en tooooodo lo que necesito, o simplemente quiero comprar, salí, contenta solo con mis zapatos, esos sí son una belleza...

Llegué a mi parada usual para tomar el taxi para ir para el periódico, me fui al kiosco donde suelo comprar las frutas para el almuerzo, y mientras charlaba con la chica que siempre me atiende, a quien le contaba lo de la mañana, pero muy a mi estilo, así que estábamos, como decimos, muertas de la risa... llegó un señor con dos niños, que supongo sus hijos... se bajaron de un bus de... no recuerdo, pero creo que de las áreas de Alcalde Díaz, Los Andes, no sé... de apariencia muy humilde.

Los niños se pararon frente a la ¿vitrina?, esas en donde ponen las frutas con hielo... el señor que los acompañaba -con una sonrisa y una voz muy cariñosa- les dijo: "Ay Dios, ustedes siempre...", y comenzó a buscar en su bolsillo... curiosa como soy, miré su mano con disimulo, y vi un dólar muy achurradito y un sencillo...

Preguntó: "¿Cuánto cuesta la piña?.. ¿cuánto cuesta la sandía?.. ¿cuánto cuesta la papaya?..", a cada respuesta de la vendedora miraba el dinero en su mano y, finalmente, dijo: "Bueno, dele a ellos la que quieran"...; y quedito les dijo a los niños: "Pero, recuerden, no pidan más nada"..., no pude evitar mirar mi bolsa de compras...

No sé por qué se alejó un poco y miró para otro lado... y... no soporté darme más por distraída... extendí la mano y les di dinero a los niños, señalándoles las frutas deliciosas que se nos mostraban, esperando que el señor no se diera cuenta... sus ojos brillaron y me sonrieron muy lindo. Me despedí de mi "amiga vendedora"... y de pronto los niños me dijeron en coro: "señora, gracias"... y el señor me sonrió... Supongo que los niños le enseñaron el dinero.

Más adelante miré al cielo, de reojo, y le dije a Aquel: "Ok, ya entendí... ya compraré más ropa para acumular en los dos roperos que tengo en mi casa... no hay problema... pero eso sí, ¡quiero cartera nueva la otra quincena!"...

1 comentario:

Nico dijo...

Me gusta, excelente cuento Doris.....además bien llevado. Saludos.