miércoles, 19 de diciembre de 2007

20 de diciembre – 1989 – 2007, 18 años ya...

Por Doris Hubbard-Castillo
dehubbard.castillo@gmail.com

¿Qué más se puede decir de la invasión de los Estados Unidos de Norteamérica a Panamá, que no se haya dicho?
Talvez si tuviéramos en las manos esos archivos que dicen existen en el Pentágono sobre la ‘causa justa’ de George Bush padre, misma que con otros nombres su hijo repitió en Irak y Afganistán, podríamos decir con certeza que la invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989 fue con el único propósito de destruir la ‘fortaleza’ de Panamá para poder 10 años después tomar las riendas del Canal; que a EEUU no le importaba un rábano la democracia en Panamá, de ser así no habría dado su reconocimiento al gobierno de Omar Torrijos -producto de un golpe de estado contra un presidente electo democráticamente- con el cual se sentó en la mesa a negociar los tratados canaleros; que la intención era darle una lección a los mandatarios de la región que estaban viendo cómo Noriega, engrandecido por su otrora benefactor, protector, patrón y creador, cual Dr. Frankenstein, le hacia muecas en el espejo, para que vieran lo que le pasa al que reta a los EEUU.
Pero..., como no tenemos los condenados papeles, no nos queda más que elucubrar, suponer, repetir ideas planteadas por otros que dicen tener la verdad en sus manos, pero no por ello dejamos de tener razón cuando exigimos y esperamos que nuestros gobiernos, uno tras otro, desde 1989, exijan a su vez que los EEUU reconozca y pague, para que, por lo menos, pierda en dinero lo que nos quitó a los panameños en vidas y sangre.
No soy partidaria de los rencores ni de las venganzas, pero tampoco creo en poner la otra mejilla porque a otro le da la gana de que tengo que hacerlo y me golpea una y otra vez, esperando que siempre me ponga para que siga pegando. Históricamente eso es lo que EEUU ha pretendido con Panamá y el resto de América, quitándonos, como dice Galeano, hasta el derecho a llamarnos ‘americanos’.
Y sigue..., solo hay que ver cómo presiona para que nos doblemos si queremos un TLC con ellos, si queremos sus visas, cómo se inmiscuye en la política interna de nuestros países. Un día apoya a un gobierno o grupo político, porque le conviene a sus intereses, y al otro día lo trata de destruir, olvídense de la democracia, seguimos siendo su ‘patio trasero’, y esto no tiene nada que ver con ideologías de una mano u otra, es la realidad.
Solo eso explica que ningún gobierno panameños, no hablemos del primero después de la invasión, se haya puesto los pantalones o la falda bien ajustados y haya investigado con seriedad cuántos en realidad fueron los panameños que murieron en la invasión. Tarea fácil, cada familia que haya perdido uno de sus miembros en esas fechas debe saberlo y recordarlo, que no es este un país de un territorio y población tan grandes como para que se haga imposible obtener dicha información. Y a la vez que se hace el censo macabro de la obra de Bush en Panamá, presentar las denuncias pertinentes contra el gobierno de los EEUU. Pero no, parece que las ganas de ser ‘bien vistos’ por EEUU son más importantes que la dignidad de nuestra nación y el respeto a los miles de panameños asesinados durante la operación ‘causa justa’.
Sin embargo, un solo soldado ‘americano’ puso en jaque a nuestro actual gobierno. Los reclamos de EEUU por la muerte de Zack Hernández fueron implacables, usó todos sus recursos para lograr que el gobierno de Martín Torrijos bajara a Pedro Miguel González de la presidencia de la Asamblea Nacional de Diputados, así como quiso presionar al Dr. Ernesto Pérez Balladares para que lo entregara, y cuando los gobiernos de Panamá no han hecho ni una mísera plaquita recordando a las víctimas panameñas de la invasión, EEUU a través de diferentes flancos reconoce a Zack Hernández como un héroe. Y no es que esté mal esto, cada cual llora a sus muertos como mejor le parece, pero resulta que acá en Panamá nuestros muertos solo los hemos llorado sus familiares, sin el apoyo de nuestros gobiernos, quienes solo han hecho cada uno de los 18 años que han pasado resoluciones llamando a los panameños a la reflexión en la fecha del inicio de la ‘causa justa’.
Por ello, la idea de declarar el 20 de diciembre Día de Duelo Nacional, me pareció un pequeño acto de justicia en un principio, aunque 18 años tarde, pero ya comenzaron a escucharse las voces de los detractores de la propuesta, incluso repitiendo aquello de los ‘delincuentes’ que murieron y justificando la ‘causa justa’, aunque dicen cosas como ‘no acepto la invasión, pero fue culpa de la dictadura y sus seguidores”. Lo que me lleva a decirles que para mí, por mi hermano Alejandro Antonio Hubbard Torrero, y creo que así será para todos los familiares de los otros miles de muertos, esta fecha es de duelo y seguirá siéndolo hasta que nos toque partir al más allá, no necesitamos que nadie que considere festivo el día cambie de opinión, para recordar a nuestros seres queridos con el amor y respeto que se merecen.
Y si quieren reflexionar, de repente comenzar con la idea de la tolerancia sea la garantía de que no se repitan los hechos que le dieron, como lo he señalado antes, la excusa a los militares del 68 y a sus seguidores civiles para dar el golpe de estado que hundió a Panamá en una oscura noche que duró 21 años y de cuyas heridas aun no nos curamos. Pues, con tolerancia tendremos la capacidad de unir esfuerzos, sin mirar banderas políticas ni intereses económico - clasistas, en favor de los desposeídos de siempre, para que por fin tengan la certeza de que se dejará de hablar de justicia social para comenzar a implementarla. Y talvez así lleguemos a un acuerdo: trabajar juntos por Panamá y los panameños, por nuestro desarrollo socioeconómico y haciendo respetar nuestra dignidad como nación. ¿Será esto posible?

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