viernes, 24 de julio de 2009

Veinticuatro días de 'show' e improvisación

Doris Hubbard-Castillo

No soy dada a buscar lo negativo, aunque me cueste trabajo, siempre procuro, uno, dar, el derecho a la duda; dos, pensar bien de los demás; tres, prefiero pasar por ingenua o tonta que por alguien que tiene una objeción o mal presagio para cada pretendida buena acción.

Por ello pensando en el gobierno pasado, aunque me botó apenas al mes de haber comenzado su gestión, siempre he buscado ver lo bueno que se hizo y desecho toda idea generalizante que diga que no se hizo nada bueno en cinco años. Pues, simplemente, como ya lo he señalado antes, de ser así Panamá estaría varada.

Por ello, también, me he esforzado por ver con ojos de aprecio y objetividad, aunque de por sí no creo que eso de la objetividad exista, al gobierno del nuevo presidente, en el cual puedo decir que tengo muy buenos amigos, así como los tenía en el gobierno pasado, quienes sé que han llegado con verdaderos deseos de hacer las cosas bien y que estoy segura de que lo que no logren no será porque no han querido o sido capaces profesionalmente de hacer, sino por situaciones ajenas a sus niveles de solución.

Sin embargo, en estos ya 24 días he visto situaciones que me han, vamos a decir, consternado. Una de las más impresionantes para mi a veces conservadora mente fue ver al presidente de la República convertido en policía de barrio, quien sin mediar análisis legal, presumo, se toma una propiedad con inversión privada, dando la sensación a los que no nos conformamos con el pan y el circo, o sea, que creemos tener un poco de discernimiento lógico, de que estamos ante un déspota, y encima desesperado por mantener el 'raiting' político que lo llevó a la Presidencia de la República. No es malo poner las cosas en su lugar, claro que todos queremos que unos pocos dejen de usufructuar los bienes de todos, pero no podemos hacer cosas malas para corregir lo que está mal. Porque la idea es que todos, incluidos los gobernantes, respetemos y cumplamos las leyes.

Otras situaciones que me preocupan, y las he de señalar sin ánimos de convertirme en abogada del Diablo ni en crítica oficiosa del gobierno, son todas las medidas que tocan las arcas del Estado. Un joven periodista me preguntaba, “¿de dónde van a sacar la plata para hacer todo eso, van a quebrar el Estado?”. Y yo desde la campaña, cuando escuchaba todas las promesas, me decía “abrirán huecos aquí y allá, para cerrar otros acuyá”. Por lo que siempre seguirá existiendo el problema que dicen subsanar al cumplir sus promesas de campaña, porque simplemente trasladan el problema de un lugar a otro.

Al comienzo de esta administración al escuchar al vicepresidente de la República tuve la sensación de que pensaba que lo que hiciera esta gestión de gobierno culminaría el 1 de julio de 2014, cuando cada gobierno debe esforzarse por sentar las bases de un desarrollo sostenible en todos los sectores. Pero ahora al ver al presidente hacer cada día una cosa diferente, mi preocupación crece, pues siento que parece que está convencido de que solo tiene 100 días para arreglar el país. Y secundo la pregunta de otros, ¿cuando pase el día 100 será que dejarán de hacer?, se termina el trabajo, no creo. Lo que sí creo es que deben ir con calma, recordando aquello de “vístanme despacio que estoy de prisa”. Queremos soluciones permanentes, y para que sea así deben ser planificadas, organizadas, bien pensadas. No queremos improvisación ni gente preocupada por cumplir a como dé lugar con lo que se prometió en campaña, pensando en mantener el rédito político para las próximas elecciones.

Hay que ir a buen paso, pisando fuerte, pero seguros de que no estamos cometiendo errores, porque el asunto ese de gobernar no es cuestión de arreglar las cargas en el camino, no señores, como decía el bien recordado Mario Moreno. Gobernar es, además de tener presente el bien común, un asunto de planificación, de consenso, de evaluación de cada acción que se ejecute, antes de ejecutarla, entre otros muchos detalles que deben tener presente quienes llevan semejante peso sobre su espalda. No podemos meter la pata y después sacarla tratando de mantener la elegancia..., porque un día se nos acaba la buena suerte y la regamos, porque la regamos, y se acaban también los aplausos y vítores hasta de quienes nos acompañaron en cada campaña celebrando nuestras ocurrencias.

Ya para terminar, por ahora, hay otros temas, más graves que la improvisación, que me preocupan de las acciones que se están tomando. Entre ellos las verdaderas razones detrás de cada acción, sobre todo de índole económico. Es de esperar que realmente priven las buenas intenciones y que no exista un mural en donde está hecho, como si se tratara de una estrategia de ataque bélico, un cronograma de dónde están las ganancias para invertir desde la empresa privada, dejando de lado la atención a los problemas sociales, poniendo, así, en peligro los programas de desarrollo socioeconómico de ese mismo pueblo que los llevó al poder.

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