A veces uno, que tiene tanto que decir, se acoge al silencio voluntario, después de haber sido silenciado por unos que por maldad o discernimiento equivocado decidieron que la libre opinión no compaginaba con las responsabilidades laborares. Me anularon como periodista, ni artículos de opinión firmados... nada.
Claro, mi silencio no ha sido total, no he abandonado las redes sociales, donde he soltado cada perla, pero sin profundizar.
Hace unos días pensaba que el sabático extendido, superextendido, este ya fue suficiente. No creo que vuelva a ningún medio tradicional, pero, al menos, desde este espacio, que pago puntualmente cada diciembre, trataré de ponerme en orden, aunque sea para mí. No me importa ya si nadie me lee. Pondré en palabras lo que pienso, así de simple, trataré.
Hace unas semanas, saqué de su escondite viejos papeles con intentos de poemas, de cuentos, cartas, de una novela, iniciada en 1995 en Japón, de la que tengo el inicio y el final, falta lo del medio. Quizás la termine, aunque nunca publique.
Veré cómo me va, demasiada vagancia ya, esa improductividad, al tiempo tardío que estoy viviendo, me hace sentir incómoda, inacabada.
Si alguien, por esas casualidades que pone el destino, halla este blog, y se digna leer, por favor, deje un comentario, si quiere, si no es molestia.
Saludos.
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