domingo, 16 de febrero de 2014

¡Estamos pasados!...

Confieso que me desconecté casi totalmente desde el jueves, así que no fue hasta que llegué al periódico que entendí de qué estaban hablando cuando dijeron que un embajador le había pegado al presidente de la República.

Primero pensé en bromas de las redes sociales y, la verdad, no quise saber más, hasta bien entrada la tarde y después, cuando pasé el primer impacto de la muerte del apreciado colega Carlos Raúl López, más importante para mí que una cartelera boxística en una boda de gente que no es mía más que prójima, busqué bien la "información".

Entonces, pasé a una mezcla de tristeza, confusión, alarma y vergüenza ajena. "Si esto es cierto", me dije, "hemos pasado todos los límites posibles de sobrepasar"... y no sentí ganas de decir nada, yo que opino de todo, hasta ya tarde...

Mi alarma iba creciendo a medida que iba leyendo -y escuchando- lo que la gente decía, ¡celebraban que el PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA haya recibido un puñetazo de un DIPLOMÁTICO!

Me vuelvo a confesar, a veces quisiera estar cerca del señor presidente para quitarle el celular y aventárselo a un sanitario; pero hasta ahí. Ni a él ni a nadie le levantaría la mano, a menos que sea en defensa propia o de alguien que no se pueda defender o de uno de mis chicos. Puede uno tener intercambios de palabras, hasta algunas muy groseras, que tampoco es lo ideal, pero cuando se suben las pasiones, no todos tenemos la capacidad de regular el termómetro lingüístico; sin embargo, pasar del "me dan ganas de darte un golpe" a "darte el golpe", hay mucha distancia, aunque alguno dirá que solo la distancia que lleve llegar a la nariz del otro.

Esto está muy mal. NO quiero saber más. Como ya lo dije, los diplomáticos resuelven negociando, los presidentes respetan y median, aunque en realidad, ahí me equivoqué... TODOS DEBEMOS RESPETAR A LOS DEMÁS. Ya pasamos a los golpes, y para que no digan que el gueto es el que pone el mal ejemplo, ya vemos que en todos los niveles sociales hay gente que pierde la compostura y decide arreglarse a trompones. Ahora va a resultar que si el presidente de la República y un diplomático se enredan en unos trompicones, todos tienen licencia para repartir puñete a quien y cómo les dé la real gana.

Y, ¿el Pacto Ético Electoral (PEE) dónde quedó? ¿Con qué moral le decimos a nuestra niñez y juventud lo que deben hacer para tener un actuar correcto? ¿Eso es lo que les vamos a enseñar, a resolver sus diferencias a los golpes, con palabrotas de todos los calibres y el público celebrando y haciendo héroe a uno y otro, según el bando que se apoye?

No me importa caerle bien a nadie, no defiendo a nadie, no ataco a nadie. Estoy molesta, alarmada, ESCANDALIZADA. "¡Ha se visto..!", diría mi abuela... pegarle al presidente de la República y el presidente de la República soltando palabrotas e, en lugar de evitar, "ir para encima"... Y el pueblo..., o una parte, ¡celebrando!

¡Estamos pasados! ¡De más de pasados! Celebramos la violencia, la intolerancia, la falta de respeto al máximo nivel. No me importa si el presidente se lo merece o no... No podemos caer a estos niveles de intolerancia, de irrespeto... No tiene nada que ver con justicia... porque, si vamos al ojo por ojo, como dijo Gandhi, todos vamos a quedar ciegos. Ni por ser oposición ni  por ser gobiernista se pueden aplaudir estas conductas.

Tan malo que el SEÑOR PRESIDENTE irrespete con sus amenazantes tuits y discursos fuera de lugar en cada acto de inauguración al que va, como que alguien lo agreda a él, ya sea verbal o físicamente.

Estamos cultivando una cultura de violencia... Y vuelvo y me pregunto... ¿en qué nos queda el Pacto Ético Electoral, y todos los llamados a la paz, a la tolerancia, a la vuelta a los valores cívicos, éticos y morales... cuando unos se agarran a golpes, se insultan... y los demás aplaudimos y justificamos tales actos?

¡Estamos pasados señores... estamos pasados! 

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