viernes, 18 de junio de 2010

‘Necesitaba solo tu presencia’

Doris Elizabeth Hubbard-Castillo*

Cuando escucho a niños y niñas responder que quieren a sus papás porque les compran cosas, porque en su casa no falta nada, y otras respuestas que giran en torno al papel de proveedor de la mayoría de los padres, yo pienso "a mí me habría bastado con su presencia".

Mi mamá me dio las mejores lecciones de vida, basada en sus propias experiencias. Ella adoraba a mi abuelo 'Cundo', su papá, y por el ejemplo de él como padre amoroso, respetuoso, presente, ella solía decirme: "Los hijos no deben juzgar a sus padres", "a papá se le ama sin preguntas", "papá es papá, y simplemente se le ama y respeta", incluso, "los hijos no se meten en los problemas entre papá y mamá, nada de tomar partido".

En esa figura se centró, jamás la escuché decir una palabra fuera de lugar sobre mi padre, puedo afirmar que ella me enseñó a amarlo y respetarlo, y hasta a tolerar y perdonar situaciones que me hacían daño.

Por ello, además de por la forma como ella me enseñó a ser —nada de preocuparme por cosas materiales, "si hay para cosas finas, qué lujo, pero si no hay, pues, lo que haya es lo que cuenta" hay que dar gracias por ello, porque siempre hay alguien delante o detrás de uno en la fila—, lo único que yo necesitaba era su presencia.

Muchos padres confunden el amor con tener las manos llenas de dinero para satisfacer las necesidades y caprichos materiales de sus hijos e hijas; para mí esas manos deben estar llenas de amor, solo de amor, porque con él viene lo demás, el respeto, la guía sana y oportuna, el buen consejo. Estoy convencida de que la presencia de sus padres, como la de sus madres, es lo que necesitan los hijos; lo reitero... lo demás viene por añadidura.

*Periodista.

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