lunes, 14 de septiembre de 2009

Libertad de expresión, ¿hasta dónde?

(Publicado en La Estrella de Panamá el lunes 14 de septiembre de 2009)

Doris Hubbard-Castillo

Como periodista me resulta doloroso cuestionar la base de mi profesión. La libertad de expresión. Sin embargo, al ejercer, hoy, tal derecho me encuentro —con demasiada frecuencia— con que no todos reconocemos que tal derecho también tiene responsabilidades.

Descalificaciones de toda índole, insultos, acusaciones sin pruebas —porque no las hay—, etc., las cuales vienen de gente que no soporta que alguien se atreva a opinar... y encima diferente a ella. La mayoría se esconde cobardemente tras el anonimato; otros, abanicando su “derecho a la libre expresión”, supuestamente, firman las acusaciones —“Lamento que ... piense así, algún interés debe tener...”, o “quiera a su país, no (a) su bolsillo y sus intereses mezquinos”—.

Cada ladrón juzga por su condición”, suelen decir, así que supongo que quienes abusan del derecho a la libre expresión para descalificar a otros haciendo acusaciones tales, lo hacen porque a ellos les pagan como “tropa de choque” para atacar al que opine contrario a sus ¿amos?

Les cuento... mi familia sufrió la persecución de la dictadura. Mi padre tuvo prácticamente que encerrarse en Colón, y cada vez que yo coincidía con un “policía” me recalcaba lo “mal” que papá se portaba... siempre la amenaza tras la sonrisa hipócrita y la palmadita en el hombro del que me decía, “aprecio a tu papá, pero habla mucho”; uno de mis hermanos por parte de madre hasta Coiba fue a dar, tuve que revolver el mundo para que lo soltaran, sin saber, hasta que regresó, a dónde lo habían llevado; mi teléfono estuvo intervenido no sé cuánto tiempo; y alguna vez recibí un mensaje que me llevaba algún “amigo”... Aunque también recuerdo que en nosotros jamás hubo cobardía, pese al miedo.

Muchos de los que hoy están en el gobierno o lo apoyan saben de qué hablo. Espero que no promuevan ni respalden acciones que nos recuerden esos tristes días... a los “batalloneros”, que atacaban a quienes se atrevían a disidir, ni las campañas de difamación de las que muchos fueron víctimas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es oportuna la frase que reza, "ningún cura se acuerda cuando fue sacristán".

Doris Hubbard-Castillo dijo...

Hay varias clases de gente que me asquean, una de ellas es la que se esconde tras la neblina del anonimato.

Unknown dijo...

El ocmentario iba dirigido a las personas de quien se habla en el artìculo y no a la autora del artículo. Los buenso periodistas como la considero a Ud. mantienen sus fuentes importantes en el anonimato y ello no es motivo de asco.

Doris Hubbard-Castillo dijo...

Mis disculpas Daniel, pero es que la forma como está escrito su comentario parece que se refiere a mí, y la verdad, aunque debería tener la epidermis menos sensible, estoy a la defensiva, sobre todo porque la gente no tiene reparo en decirle a uno cosas muy ofensivas. Nuevamente me disculpo con Usted.

De paso, no gusto del "off the record", me he perdido grandes noticias porque no gusto de ese sistema, no le tengo confianza, porque otros no se quieren arriesgar, pero sí que lo hagamos los periodistas y al final siempre quedamos mal...