miércoles, 26 de noviembre de 2008

Reivindicando al burro

Doris Hubbard-Castillo
dehubbard.castillo@gmail.com

Por no poco tiempo “burro” ha sido sinónimo de “bruto” y “terco”, y su fortaleza física, más que una cualidad a su favor, ha sido utilizada como pretexto para explotarlo como animal de carga. Ahora, en nuestra política criolla, única, por cierto y por suerte, aparece el burro, y un nuevo sinónimo se le aplica, “político”.

Ya van dos, el ex ministro de la Presidencia, Ubaldino Real, que una vez dijo que “trabajaba como burro”; y ahora el candidato panameñista, Juan C. Varela, que dice, resaltando las cualidades del animal, que no le molesta que lo identifiquen con él, quienes han sido identificados con el noble cuadrúpedo.

La alarma por esto la tendrá el burro, a quien habrá que preguntarle ¿cuál mala fama prefiere, la de bruto, la de terco, o cuál otra? Creo yo que prefiere la de terco. Pues, su terquedad supuesta no es más que un extraordinario instinto de conservación. Jamás lo harán saltar sobre un precipicio, es burro, no estúpido. Por ello, deberíamos entender que lograr forzar a un burro a hacer algo que contradice sus propios intereses es, si no imposible, sí sumamente difícil.

No estaría de más aprender de él a no tirarnos por donde de seguro nos van a reventar la crisma. Aplica esto tanto a los políticos, como a los que los seguimos de cerca o de no tanto, por si acaso nos sale “burro”, según la acepción popular.

Otra cualidad como trabajador del burro es que tiene una extraordinaria resistencia y es muy ágil para moverse en caminos deteriorados. Si nos olvidamos de los “sentimientos” del burro y lo metemos en la política, podríamos decir que es esa una buena cualidad para un político, pues ¿qué camino más deteriorado y que necesite mayor resistencia que la vida política puede haber?

Y por si fuese poco, quienes conocen de burros y los aprecian, por ello exaltan sus cualidades, afirman que, aunque usted no lo crea por la milenaria mala fama del “Equus asinus”, “son inteligentes, cautelosos, amistosos e interesados en aprender”.

Ya quisiéramos que todos los que tienen que ver con la administración del Estado o que anden tras ella, además de honestos y trabajadores, fueran inteligentes y cautelosos al tomar decisiones y elegir equipos de trabajo; amistosos con los gobernados, sin hipocresías de campaña, época en que cargan niños mocosos y sucios para la foto, pegan bloques, sirven comidas y manejan bicicletas en áreas que jamás visitarían solos; e interesados en aprender de quienes saben cómo hacer las cosas correctamente y poner en ejecución los buenos consejos de la gente bien intencionada de la cual tengan el acierto de rodearse.

En fin, en esta tarea que me he dado de reivindicar al burro por su mala fama de bruto y terco, pienso, o más bien deseo, que “ojalá el apodo de burro les cayera bien a todos”...

-La autora es periodista.

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